Luna Blanco

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Un día, una nena que recién comenzaba a caminar, fue a pasear por el bosque con su familia.
Todo le llamaba la atención, la frondosa y verde copa de los árboles. Los insectos diminutos que se escondían en hoyitos en el suelo, los conejos… la luz azul del cielo, los pájaros cantores.
Ella comenzó a deambular, tocando todas la florcitas que había por ahí, luego persiguió una mariposa y de repente se chocó con un hongo.
–Hola –dijo un hermoso y diminuto personaje que estaba parado en el hongo.
La nena lo miró desconcertada, quiso agarrarlo pero no pudo.
–Hola. –Contestó.
–¿Cómo estás? Sos muy chiquita, ¿cuántos años tenés? ¡Qué lindo jardinero rojo!
–Hola. –La nena tenía un añito, no sabía muchas palabras, así que repetía incesantemente «hola».
–Soy una hada, cuido los bosques y a los seres del aire. Tengo muchas amigas hadas que viven cerca de aquí, en otros hongos. ¿Querés visitarlas?
–Hola, hada.
El hada comenzó a reír, divertida, por la repetición de la niña, entonces llamó a su amiga Nöal (otra hada, por supuesto).
–¿Qué pasa Aoren, estoy preparando las luces para las estrellas?
–no, dejá eso, quiero que conozcas a mi amiga, es una nena, no habla pero es buena, la encontré cuando estaba persiguiendo una mariposa.
La nena, cuando vio a las dos hadas volando a su alrededor, comenzó girar, siguiendo el ritmo de sus nuevas amigas. Ellas la rociaron con polvo de hadas y la invitaron a pasear. Así, sobrevolaron todo el lugar, la nena pudo tocar los panaderos que estaban en el aire, saludar a los colibrís que buscaban flores, también bailó con las abejitas. No salía de su asombro, sus ojos eran cada vez más grandes, no podía creen lo que veía, el arco iris bajó a saludarla y los árboles le hacían cosquillitas en la panza con sus copas. Ella estaba feliz con sus nuevas amigas. De repente comenzó a escuchar como un susurro a lo lejos:
–Ale, Aleeee. ¿Dónde estás? –La mamá buscaba por todos lados.
–Ale, hijita, vamos a tomar la leche.
Las hadas vieron que Ale estaba preocupada, entonces, rápidamente la ayudaron a descender cerca de las otras personas.
Ella comenzó a reír nuevamente, pues las alas de las hadas le hacían cosquillas. La mamá la escuchó y fue a buscarla. Ale la abrazó y le dijo:
–Hola, hada. El hada. –Señalando hacia donde estaban sus amigas.
Pero la mamá veía sólo unos hongos.
–El hada, el hada. –a bebé se escapó de los brazos de la mamá y corrió hacia los honguitos. –El hada, Nöal.
–Es un hongo, pero no lo podemos llevar a casa, tiene que vivir aquí. Por supuesto mamá no podía ver a las hadas. Pero al notar que Ale estaba triste le dijo:
–¿Querés una foto en el bosque? Podemos hacer un cuadro para tu habitación.
Así volvieron a la casa con las fotos. Para la mayoría, representaban un paisaje del bosque, con honguitos, mariposas y hojas de árboles.
Ale, que supo mantener su mirada mágica sobre las cosas, siempre vio a las hadas y recordó su paseo por el bosque, cuando encontró el lugar donde viven las hadas.

Posted on: 17 abril, 2011

Texto: Luna Blanco, Ilustración: Diego Maldonado

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